La aceleración en la regulación de la inteligencia artificial se produce tras su dominio en todos los ámbitos, según expertos en tecnología.
La Inteligencia Artificial (IA) ha alcanzado un papel fundamental en nuestras vidas, controlando diversas actividades cotidianas sin que nos demos cuenta. Sin embargo, su uso conlleva consecuencias positivas y negativas según un estudio publicado en Nature sobre su impacto en objetivos de sostenibilidad. Estos resultados son extrapolables a otras áreas y son cruciales debido a su influencia en la vida diaria, la salud, la convivencia, la democracia y el desarrollo humano.
En respuesta a este panorama, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha firmado un decreto que obliga a las empresas tecnológicas a notificar al gobierno cualquier avance que represente un «riesgo grave para la seguridad nacional». Por otro lado, el primer ministro británico, Rishi Sunak, ha convocado una cumbre en la que participaron 28 países y la Unión Europea, dando lugar a la Declaración de Bletchley y la creación de un grupo de expertos para monitorear los avances de la IA. Además, la Unión Europea está trabajando en su propia norma llamada AI Act, que se espera sea aprobada en las próximas semanas.
La Declaración de Bletchley reconoce la importancia de la IA y enfatiza la necesidad de su diseño, desarrollo, implementación y uso de manera segura, centrada en el ser humano, confiable y responsable. Es fundamental encontrar un equilibrio entre maximizar las ventajas de la IA y minimizar sus riesgos.
La IA es capaz de realizar una amplia gama de tareas, desde identificar alteraciones genéticas que causan enfermedades hasta optimizar procesos industriales, diagnosticar a través de imágenes o generar contenido multimedia. Sin embargo, esta misma tecnología también puede ser utilizada para el fraude, la manipulación, el desprestigio y la desinformación.
Es necesario regular la IA, ya que su importancia y sus posibles riesgos no pueden pasarse por alto. Además de una normativa adecuada, es esencial desarrollar herramientas que mejoren la calidad de los datos y eviten la exclusión de aspectos importantes. También es crucial formar una nueva generación de robots que sean empáticos y capaces de entender las consecuencias de sus acciones.
En resumen, la IA ha revolucionado nuestras vidas en poco tiempo, pero su uso conlleva tanto beneficios como riesgos. Es fundamental establecer regulaciones y desarrollar tecnologías responsables para aprovechar al máximo su potencial y minimizar los efectos negativos.